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Nació en Talara (Piura). Editor y gestor cultural. Estudió Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e ingeniería electrónica en una universidad privada. Ha publicado poemas en las revistas: Ónice, Bocanada, Dedo Crítico, Tajo, Bosque de latidos, Socialismo y Participación, Estudios Privados, El Bosque, Delirium Tremens, TXT, Conexos (Miami), Nomastique (México), Signos en rotación y Círculo de fuego. Traduce poesía norteamericana (Snyder, Rexroth, Sandburg). Poemas y relatos suyos aparecen en la revista digital Ping Pong, de República Dominicana, y en Vorágine y Cinosargos (Chile). Ha publicado el poemario La balada de Crates y otros poemas en el 2010, Como barca encallada en la arena (poemas y relatos), en el 2014, y Senda de la desesperanza. Hace entrevistas y es colaborador de revistas de Ciencias Sociales y Derecho (Illarik, Soluciones Laborales, Administración Pública & Control) y publicaciones alternativas. Editor de Anarkopoiesis, La lira rebelde libertaria e Insana virtud. Muestra poética reciente de la posmodernidad (2016). Sus poemas aparecen en Ausente ardor de arena & algarrobos. Antología de la poesía piurana contemporánea (2017).

jueves, 31 de agosto de 2017

Íntimos de La Victoria



Sobre hinchas y no aficionados


   Era la primera mitad de los ochenta y todo mi mundo era un cúmulo de casas de madera y un club privado cerca de la playa, adonde iba a nadar. Tenía unos 7 años cuando mi padre me llevó por primera vez a un estadio de fútbol. Era un día soleado, como todos los de mi infancia norteña, cuando mi padre, hincha acérrimo de Alianza Lima, vio jugar al Club Melgar, enfrentado al Taladro del Norte. El estadio no era otro que el descuidado Campeonísimo, de Talara. Esa vez predominaron en él sus raíces arequipeñas, de Yanahuara, y yo fui testigo de excepción de su alegría desbordada cuando los mistianos marcaron el primer gol. Petroperú, la empresa donde trabajaba mi padre, era el principal auspiciador del Torino, pero la verdad es que yo, a mis escasos 7, no lo notaba mucho. 

   Mi padre me hablaba siempre de las viejas glorias de su equipo de fútbol. Por él me enteré de jugadores míticos como Cornelio Chocolatín Heredia, Vides Mosquera, Valeriano López y su compadre del alma, Willy Barbadillo. Los días de farra y exceso de Valeriano López en Colombia han quedado perennizados por la anécdota que mi padre me contó sobre su boutade de prender sus puros con billetes cual teas infames. Su compadre fue más juicioso y guardó pan para mayo. 

   Mi padre fue uno de los sobrevivientes de la tragedia del Estadio Nacional, del 24 de mayo de 1964. Su relato de cómo logró escapar ileso era impactante. A partir de esa vez, su afición futbolística de ir a los estadios decreció, pero no su cariño por su entrañable equipo. Un antihincha como yo recuerda con cariño su notable afición. 

Márlet 


Miraflores, 31 de agosto de 2017.


http://elbauldelamisilera.blogspot.pe/2011/03/valeriano-lopez-la-leyenda-rosada-parte.html
http://pelotadetrapo-numerocinco.blogspot.pe/2010/04/cornelio-heredia-zambrano-el-popular.html

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