Personal data

Mi foto
Nació en Talara (Piura). Editor y gestor cultural. Estudió Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e ingeniería electrónica en una universidad privada. Ha publicado poemas en las revistas: Ónice, Bocanada, Dedo Crítico, Tajo, Bosque de latidos, Socialismo y Participación, Estudios Privados, El Bosque, Delirium Tremens, TXT, Conexos (Miami), Nomastique (México), Signos en rotación y Círculo de fuego. Traduce poesía norteamericana (Snyder, Rexroth, Sandburg). Poemas y relatos suyos aparecen en la revista digital Ping Pong, de República Dominicana, y en Vorágine y Cinosargos (Chile). Ha publicado el poemario La balada de Crates y otros poemas en el 2010, Como barca encallada en la arena (poemas y relatos), en el 2014, y Senda de la desesperanza. Hace entrevistas y es colaborador de revistas de Ciencias Sociales y Derecho (Illarik, Soluciones Laborales, Administración Pública & Control) y publicaciones alternativas. Editor de Anarkopoiesis, La lira rebelde libertaria e Insana virtud. Muestra poética reciente de la posmodernidad (2016). Sus poemas aparecen en Ausente ardor de arena & algarrobos. Antología de la poesía piurana contemporánea (2017).

miércoles, 28 de mayo de 2014

Homenaje a Alejandro Taboada



Un mártir talareño en la memoria del desierto: A los 83 años del vil asesinato de Alejandro Taboada Crisanto


Introducción



   A comienzos del siglo XX, en la región peruana, los trabajadores se empezaron a organizar en las llamadas “sociedades de resistencia”, para hacer frente al enorme abuso de la patronal. Extenuantes jornadas de trabajo y una falta de los más elementales derechos reducían a los trabajadores al papel de meros autómatas deshumanizados, con su fuerza de trabajo convertida en una vil mercancía para los dueños del capital. Eran los tiempos del Estado Policial (que parece haber resurgido actualmente en un contexto de “Estado democrático de Derecho”).


Talara proletaria


   En los años previos y posteriores a la consecución de la jornada de las 8 horas, en 1919, la tristemente célebre International Petroleum Company imponía su orden y ley con casi total impunidad en Talara. En mayo de 1913, los obreros de Talara y Negritos se habían declarado en huelga. La empresa London Pacific Petroleum, anterior a la IPCo., no permitía asociarse a los trabajadores (emulando a los antiguos capitalistas, en la empresa Topy Top, hoy en día, formar un sindicato es una afrenta mayor). Los dueños del capital y el Estado habían formado una alianza sólida y estratégica, lo cual no debe sorprender a nadie. Los obreros que empezaban a organizarse eran una amenaza mayúscula a la cual había que detener a toda costa. Esto lo iba a vivir en carne propia nuestro mártir petrolero.





   No obstante, la solidaridad de clase se impuso –como en tantas épocas de la historia–, pues los obreros norteños recibieron el apoyo de la Federación Obrera Regional del Perú (de tendencia anarcosindicalista) y de la Federación Obrera Marítima y Terrestre del Callao. Un delegado de Lima viajó a Talara.



   Después de una huelga de 4 días, los trabajadores obtuvieron un aumento de salario, además de otros derechos (asistencia médica para los proletarios y sus familias, salario íntegro en caso de accidentes de trabajo, etc.).



   Pero la empresa no se quedó con los brazos cruzados y arremetió con fuerza un mes después de la acción directa de los obreros. Sesenta proletarios fueron despedidos arbitrariamente, entre ellos los más decididos y enérgicos. Hoy en día los empresarios patriotas y “emprendedores” realizan la misma táctica para neutralizar la resistencia de los sindicatos (v.g. grupo Flores). 



   El boicot y la acción directa fueron armas de los trabajadores, quienes enarbolaron la solidaridad de clase como una sola bandera. Solo así la feroz embestida de la patronal fue doblegada. Los trabajadores no deben olvidar esta premisa.




   El 21 de abril de 1916 se produce otra huelga en Negritos. El mártir petrolero Martín Chumo, uno de los líderes de la acción reivindicativa, fue asesinado en Punta Arenas el 31 de mayo de 1916. La represión gubernamental produjo varios heridos y la detención de decenas de proletarios.



   Los trabajadores no se amilanaron y continuaron luchando por sus derechos y mejores condiciones laborales. Una masacre espantosa –que enlutó al pueblo petrolero– ocurrió hacia 1917. Murieron obreros, mujeres y niños. Para la canalla capitalista-estatal la vida de estos proletarios y sus familias no valía nada. 



Un sindicalista consecuente


   Alejandro Taboada Crisanto nació en Catacaos (Piura) el 14 de marzo de 1910. Fueron sus padres Ulpiano Taboada Rivas y Luz Crisanto Zapata. Cursó sus estudios básicos en Piura en la escuela “Cura Castro”.


   El futuro sindicalista llegó a Talara muy joven y trabajó como ayudante de mecánico y en los pozos de perforación. Fue testigo de excepción de las duras condiciones laborales de los trabajadores petroleros en esos años. En Negritos, había ingresado a laborar a los 16 años para la IPCo. A los veinte años contrae matrimonio con Sabina Ramírez.


   En 1931 fue elegido Secretario de Defensa del flamante Sindicato Único de Trabajadores Petroleros. Con una coherencia y coraje ejemplares, asume la misión de viajar a Lima para manifestar los reclamos por las duras condiciones laborales. Se logró entonces firmar un pacto colectivo, pero la empresa norteamericana se hace de la vista gorda. Los trabajadores petroleros fueron asesorados en esa ocasión por el líder socialista Luciano Castillo. Nuestro mártir también es dirigente de la Federación de Trabajadores en Petróleo.

   A los proletarios no les quedó otra salida que declararse en huelga, la cual es posteriormente declarada ilegal. En los años del Estado Policial, la imposición de la Ley Marcial era una salida usual. Los trabajadores tenían que enfrentarse a una doble amenaza. El sábado 13 de junio de 1931, cuando se encontraban sesionando clandestinamente en Negritos, a las nueve de la noche, son sorprendidos por los agentes estatales. El secretario general, Pedro Miguel Arrese, logra ponerse a buen recaudo. Alejandro Taboada pudo escapar, pero finalmente fue traicionado por un soplón. La empresa norteamericana había puesto una sustanciosa recompensa por cada bravo sindicalista. Talara se encontraba tomada por el Ejército, la Policía y la Marina.


   Un teniente de las “gloriosas” fuerzas del orden, cuyo apellido no vale la pena mencionar, se convirtió en el verdugo del valeroso proletario. Su ferocidad y falta de humanidad nos hace recordar lo que dijera González Prada en su texto “El sable”: “Toda la ciencia militar se redujo siempre al arte de embrutecer y salvajizar a los hombres…”. Los trabajadores no debemos olvidar que los obreros talareños fueron masacrados y la IPC fue responsable, por haber soliviantado a los feroces uniformados. En Negritos, cayeron abatidos por las balas Héctor Mendoza, José Olaya y Santos Vílchez; fueron heridos numerosos proletarios en una masacre execrable.


   Fue así que los esbirros con uniforme de la empresa logran acallar al bravo sindicalista, cuyas palabras postreras fueron: “Así no se silencia la voz de los obreros, antes tendrán que matarnos a todos”. Una valerosa enfermera norteamericana se enfrentó a los sanguinarios policías, para tratar de evitar el martirio. Nadie fue llevado a los tribunales ni juzgado por este cobarde asesinato.


Taboada en la memoria del petróleo y del fuego


   A pocos días de la conmemoración de su martirio, queremos honrar la memoria de Alejandro Taboada, valeroso proletario, cuyo ejemplo debemos perennizar y reivindicar para que los trabajadores tengan siempre presente cuál es su objetivo final. Dos poetas talareños de diferentes generaciones han escrito versos en su memoria. Nos referimos a Emilio Saldarriaga y al autor de este artículo, Márlet Ríos.





Elegía a Alejandro Taboada




Naciste astro revolucionario
bajo el sol piurano,
tus miradas de hombre
por mi tierra,
te lavaste tus manos de titán
con petróleo,
y empuñaste la defensa
del obrero
en tu verbo proletario.


II 



Era aún niño yo,
cuando
con tu verbo de apóstol
rebelde y de justicia
…mantenías en tensión a la masa…
rompías atropellos
de los Wall Street.

Si te hubiese escuchado
Walt Whitman, Poe,
te hubieran estrechado
su diestra sinceramente
y cantos a tu nombre.


III


Se me prendió tu verbo,
tus palabras de corazón,
sin retóricas,
¡pueblos nada más!


En mis metáforas estás
cuando originalmente, decías:
¡Pueblo mío de Talara!

Estas palabras hay que saberlas decir,
como tú, hombre de clases.

Ahí nomás, te creaba
mis poemas infantiles.
Desde ahí nomás, Alejandro,
mis dedos, mi poesía innata,
de silencios rebeldes, te decía:
¡Viva Alejandro del Pueblo!
¡Hijo auténtico y defensor del explotado!


IV


La Guardia de Seguridad
armada de fusiles,
espadas, metrallas,
te buscó por toda la ciudad.


Toda una guarnición buscaba tu corazón
hecho pueblo,
que latía como titán:
querían silenciar tu verbo indomable,
invencible, íntegro…
¡HIMNO DE LIBERTAD!

V

Eras un hombre,
digo hombre,
porque hay que saber morir
como tú lo hiciste,
sin protestar nada a tu pueblo,
muy al contrario:
¡PUEBLO MÍO, POR TI MUERO!


VI

¡Ay Alejandro, cuánto sufriste,
cuán grande calvario,
cristo proletario!
Los carniceros asesinos
no estaban contentos
de haber profanado
tu cuerpo con espadas,
te cortaron el anular derecho
para robarte el anillo matrimonial.

VII


¡Canto para ti, Alejandro!
¡Canto para ti, que luchaste por una causa buena!
¡Canto para ti, de lo más sencillo porque
supiste morir como hombre!
¡Canto para ti, mi poesía americana!
¡Canto para ti, Alejandro de mi pueblo!




Emilio Saldarriaga García: Nació en Lobitos (Talara) el 6 de octubre de 1920. Director del grupo literario “Liberación” y miembro del grupo “1° de mayo”. Colaboró en diarios extranjeros de Argentina y EE.UU. Autor de Versos sencillos, Poemas selectos, Ombre (Primer puesto de Poesía en los Juegos Florales Nacionales de la Unión Latinoamericana de Escritores Libres), Petróleo, Réquiem para un Ángel Barbado, Elegía a Alejandro Taboada, entre otros poemarios. Trabajó durante varios años como bibliotecario en Talara. Fallece en Sullana en 1990.



La memoria del tablazo


i.m. Alejandro Taboada, mártir petrolero



Qué áridas tormentas de arena
Vieron tus ojos refractarios
En esta tierra de oscuros 
Vestigios antediluvianos.
Médanos y palmeras
Te arrullaron con sus cantos
En la tierna infancia de los juegos,
Y chilalos y pacazos
Se columbraron en tus sueños
De adolescente temerario.
No presagiabas entonces
La vileza del verdugo,
La bestialidad del poderoso…

Nada ha sido en vano, Alejandro,
Tus gritos fueron escuchados
Por las olas recónditas 
Y por las caracolas insignes
De nuestro mar sin tiempo.
Nada fue olvidado: tu sangre,
Tu anhelo, tu hermosa juventud,
Tu solidario fragor, tu temple…
Que hoy se elevan por encima
Del chillido de hienas innombrables.



Márlet Ríos (Talara, 1976): Poeta libertario. 


Plataforma petrolera en Talara (cortesía: Milagros Saldarriaga)




Bibliografía


BERNALES CÓRDOVA, Julio. Emilio Saldarriaga García. El poeta mayor. Talara, 2004.

CHAPILLIQUÉN, Baudilio. Compendio histórico de Talara. Talara, 2002.

CHAU QUEVEDO, Fernando. “78 º aniversario de la masacre de Talara”. En: Vamos a Talar. Un espacio para Culturizar. Talara, junio de 2009.

FEDERACIÓN ANARQUISTA DEL PERÚ. El anarcosindicalismo en el Perú. México, D.F.,  Ediciones Tierra y Libertad,1961.

GONZÁLEZ PRADA, Manuel. Sobre el militarismo (antología). Bajo el oprobio. Lima, Horizonte, 1978.

SUYÓN SALDARRIAGA, Félix. Ensayo monográfico de Talara. Piura, 1987.

http://concursolabrea4to2-josepardo.blogspot.com/


Mar de Punta Arenas (Talara)